martes, 28 de junio de 2011

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Naces un día inesperado. Sin saber cómo ni por qué, abres los ojos y te tropiezas con el mundo; con la vida.
A partir de ahí todo es diferente. Empiezan los sentimientos, los conocimientos, el conocer a alguien, desarrollas tus sentidos... empiezas a experimentar lo más importante. Y te das cuenta de que nunca te hubieras imaginado que todo pudiera ser así.
Vas creciendo, y te haces cada vez más grande, cada vez más maduro...
Y mediante todo este periodo van surgiendo complicaciones, complicaciones que nunca hubieras querido que pasaran. Sentimientos que nunca hubieras querido sentirlos... y te arrepientes de muchas cosas.
Y es que la vida se complica cada vez más. Porque la madurez te ayuda a ser maduro, pero no a competir contra los malos momentos.
Vivimos en una bola grande, que desde fuera se puede observar que es de dos colores; el azul y el marrón. Pero que al sumergirte en ella puedes encontrarte con muchos más colores, cosas, personas... y te puedes ver a ti mismo dentro. Mírate al espejo, y dime si te gustaría cambiar. No sé, tal vez tu físico, tu forma de ser, tus amigos... eres capaz de cambiar algo de ti... porque, ¿te acuerdas del principio de esta entrada de blog?, sí sí, eso de cuando naciste, tú madurez y todo eso?... bueno, se me olvidó decirte que nunca serás perfecto.

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